Camina con nosotros – 4ª Edición 2025
75 kilómetros. 4.500 metros de desnivel positivo. Un único sendero, CAI número 300.
Un hilo invisible que une las crestas de la península Sorrentina y la costa Amalfitana, desde las alturas del Cava de’ Tirreni hasta el extremo promontorio de Punta Campanella.
Una ruta atípica, que supera todas las expectativas. Una experiencia tan desafiante como posible. Ante todo, inolvidable.
Hicimos la Alta Via dei Monti Lattari. La vivimos en primera persona, conteniendo la respiración y con el corazón lleno.
Primer día de caminata
Nuestro viaje comenzó el 31 de mayo , al amanecer. Nos reunimos en la aldea de Badia di Cava de’ Tirreni, donde las antiguas piedras de la abadía milenaria marcan la frontera entre lo sagrado y lo salvaje.
A las 6:00 a. m. , ya llevábamos las mochilas al hombro: era hora de partir.
Marco y Luca Casaburi, organizadores incansables, encabezaban el grupo. Junto a ellos iban Dino, Carlo, Anna y Gioia. Estábamos llenos de energía, sonrientes y rebosantes de entusiasmo. Aún sin ser conscientes, sin embargo, del poder con el que estas montañas nos infundirían un profundo espíritu aventurero.
Los primeros pasos fluyen con rapidez. Capo d’Acqua, Cappella Vecchia, Acqua Fredda… nombres que se convierten en pausas en un ritmo ya de por sí intenso.
El verde espeso de los hayedos nos acompaña hacia el Monte Avvocata , entre vistas impresionantes y el aroma de tierra ancestral. Al llegar al santuario, el cielo parece más cercano. Allí nos encontramos con Flavio , que se une a la expedición, aportando una energía renovada.
Apenas estamos al principio, pero algo ya ha cambiado. El cansancio empieza a hacerse presente, la mente se vacía, solo quedan las piernas, la respiración y la maravilla de estar ahí.
Tras conocer a Flavio, la energía del grupo cambia. Nos unimos, paso a paso, mientras el sendero se vuelve más salvaje, más auténtico.
Nos dirigimos hacia el Monte Demanio , un tramo poco transitado, agreste y sincero. Un sendero que no tolera distracciones, que no se deja domar fácilmente. Es aquí donde la naturaleza muestra su lado más auténtico: agreste, silenciosa y profundamente libre.
No es una ruta para cualquiera; requiere firmeza y un profundo respeto, pero ofrece una conexión íntima con la montaña. Una que queda grabada en la memoria para siempre.
La ascensión continúa, y con ella el desnivel. Llegamos primero a la cima sur, luego a la norte del Monte Finestra . Nos arden los músculos, nos falta el aire. El desnivel acumulado alcanza ya los 1600 metros , y cada metro adicional supone un esfuerzo, pero también un logro.
Segundo día de caminata
La mañana del segundo día nos recibe con un nuevo reto: la ascensión al Monte Cerreto , la segunda cumbre más alta de la Alta Vía.
Tras un desayuno rápido y unas cuantas bromas para romper el hielo, reanudamos la marcha. Nuestras mentes están preparadas, pero nuestras piernas no tanto; todos lo notamos.
Es necesario un cambio de estrategia: máxima concentración, ritmo constante, directos a la cima para disfrutar de un momento de respiro y belleza. Y al llegar, el mundo se abre ante nuestros ojos.
Un panorama de 360 grados , desde el golfo de Salerno hasta el golfo de Nápoles. Pero lo que realmente nos impresiona es el perfil de las montañas que cruzamos el día anterior , esculpidas ante nosotros como un mapa viviente. Cada cresta es un recuerdo, cada curva una lucha superada.
Luego, volviendo la vista atrás, se alza el monte Molare , majestuoso, distante, pero ya parte de nuestro destino.
La segunda etapa aún no ha terminado.
En los ojos de nuestros compañeros se refleja una mezcla de sorpresa y desesperación. «Es imposible… no lo lograremos», dicen.
Pero no podemos permitir que nadie se rinda. Necesitamos confianza, necesitamos visión. Tomemos la iniciativa, reavivemos nuestra motivación: lo lograremos y llegaremos a las 5 de la tarde .
Así pues, con las mochilas al hombro, reanudamos la marcha.
Paso a paso, bajo el acantilado de Molare, cruzamos la evocadora Roca del Elefante y allí mismo, cansados e incrédulos, nos detenemos a contemplar el camino recorrido.
Poco después, llegamos a la Croce della Conocchia . El tiempo apremia y un largo descenso nos separa del final de la etapa.
Nos lanzamos por una interminable curva, entre rocas, raíces y silencio. Casi corremos, impulsados por una energía colectiva, hasta llegar al Cuartel Forestal .
Una mirada al pasado nos muestra de dónde venimos. Es vertiginoso, es increíble.
Y aquí estamos por fin, en Santa Maria al Castello , al final del segundo día. Nos tiemblan las piernas, pero estamos llenos de alegría.
Tercer día de caminata
El último amanecer. El tercer día comienza con pocas palabras y una intensa concentración.
Un desayuno ligero, algunas sonrisas, y luego nos ponemos en marcha: es el día de la meta.
Sabemos que la etapa final, aunque parezca la más fácil, esconde dos grandes peligros : los largos descensos y la temida subida al Monte San Costanzo .
Adoptamos una estrategia diferente: descansos estratégicos antes de los descensos para evitar desplomes repentinos. Y funciona.
Atravesamos uno tras otro Monte Comune , Monte Vico Alvano , Colle San Pietro , Colli di Fontanelle , Torca , Recommone , hasta llegar al mar en la playa de Cantone di Nerano .
En ese punto solo quedan 5 km , pero sabemos que serán los más intensos: San Costanzo está delante de nosotros.
Un último esfuerzo y seguimos adelante. La cuenta atrás ha comenzado en nuestras cabezas.
Cada paso es un esfuerzo, pero también una muestra de determinación. Increíblemente, en tan solo 35 minutos estamos en la cima.
Las voces, las risas, la incredulidad: ya casi llegamos. Solo nos quedan 2 km.
Y esos últimos 2 km no los recorremos a pie: los volamos .
El descenso hacia Punta Campanella es un salto liberador, una explosión de alegría. A las 20:30 llegamos al faro. Ya no queda nada por superar, nada por conquistar.
Ahora lo único que tienes que hacer es respirar, mirar, abrazar, vivir .
Ya llegamos. Punta Campanella. El final del camino. Pero el comienzo de algo nuevo, dentro de cada uno de nosotros.
Este sendero, la Alta Via dei Monti Lattari, es mucho más que una ruta. Es un puente entre dos mundos , entre la roca y el mar, entre la soledad de las cumbres y la belleza sobrecogedora de los panoramas más famosos del mundo.
Un viaje que se mide no solo en kilómetros, sino en emociones, conexiones y logros.
Y nosotros, en esos tres días suspendidos en el tiempo, caminamos no solo hacia un destino, sino hacia una experiencia que nos transformó .
La aventura continúa.
Un sincero agradecimiento a todos los participantes por el coraje, la determinación y la belleza que aportaron a esta aventura.
Y gracias al personal , que hizo posible cada paso con su presencia, pasión y apoyo.
La Alta Via dei Monti Lattari es más que una simple caminata.
Es un viaje épico. Es un regreso a uno mismo.

