Despertar al amanecer y ver una pintura con fantásticos colores en el océano es una emoción indescriptible. Fue amor a primera vista llegar al final del escenario en Viana Do Castelo, verlo aparecer en el horizonte, primero el santuario con su arquitectura en una montaña, luego la ciudad, el puerto y un puente muy largo para cruzar. Esta vez no es el paisaje lo que me sorprende, sino los encuentros, estábamos en compañía de Fabrizio, un fotógrafo que nos contó sobre los seis o el cambio de vida. Incluso al llegar, la reunión en el hotel del padre Riccardo fue breve e intensa, incluso si en portugués explicaba la filosofía del orden de los carmelitas descalzos: la vida es hermosa y para ser feliz hay que ser paciente. Al llegar por la noche disfrutamos de la pequeña feria artesanal y entre risas, reuniones de mudanza y cansancio nos vamos a dormir en una estera en el piso.
Luca Casaburi